Recolectar el néctar de la alfalfa supone para las abejas una continua lucha.
Para empezar, los agricultores siegan la alfalfa cuando los campos alcanzan el 10% de su floración, y las abejas deben apresurarse para poder aprovechar el breve periodo en que tienen acceso a las flores.
Una vez en la flor, deben manejarse con los hábitos reproductivos de la alfalfa, aprendiendo a «desanidar» sus especializadas estructuras florales, y a esquivar los desagradables latigazos con que la flor busca optimizar el efecto polinizador de la visita de los insectos.