A menudo, al llegar el verano los emplazamientos situados en la huerta junto a los campos de alfalfa son los únicos lugares donde la vegetación mantiene la vitalidad suficiente como para aportar alimento para las abejas, y se convierten así en auténticos oasis, lugares de peregrinaje obligado para las abejas y sus dueños.
En la huerta tradicional la fragmentación de las parcelas y su dimensión modesta , conlleva la existencia de numerosos linderos y el escalonado en la siega de la alfalfa, lo cual alarga o incluso mantiene constante la disponibilidad de flores, a lo largo de todo el periodo de máxima sequía.
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